Nos hemos obsesionado tanto con aparentar ser diseñadores de experiencia de usuario que a veces se nos olvida que significa ser diseñador.
El año pasado me propusieron impartir una formación de experiencia de usuario en la que podría definir tanto los objetivos como el temario del curso. La idea me pareció maravillosa porque desde hacía tiempo quería dedicarme a la enseñanza y compartir con la comunidad de diseño mis aprendizajes.
Lo primero que hice antes de ponerme a definir los objetivos fue embarcarme en una investigación que me permitiera conocer las formaciones que se estaban impartiendo y al mismo tiempo, detectar necesidades de aprendizaje.
Analicé las propuestas formativas, tanto online como presenciales, de varios cursos y talleres. Muchos centraban el aprendizaje en conocer la metodología de diseño centrado en el usuario, en tener una visión global de todas las fases de diseño de un producto así como explorar las técnicas que se emplean en cada una de las fases del proceso.
Otros prometían, en tiempo récord, la especialización en diseño de experiencia de usuario y el aprendizaje de las metodologías y procesos más innovadores.
Tengo que decir que no estoy en contra de la escuelas de diseño ni de sus cursos o talleres pero tras mi investigación tuve la sensación de que algunos programas esconden una fórmula mágica que te convierte en diseñador de experiencia de usuario.
Vamos, que si sustituimos la palabra actriz por la de UX en la frase de Paquita Salas “¡Que ella es actriz, que se ha hecho cursos!” tenemos el momento actual de la formación y por extensión, de la profesión.
¿Tenemos claro el concepto de experiencia de usuario?
Con la investigación me di cuenta de que hemos usado tanto el término experiencia de usuario que se ha perdido su significado original y ahora se utiliza como etiqueta cool en los perfiles de Linkedin.
Pero, ¿sabemos lo que hace un diseñador de experiencia de usuario?
Si crees que la respuesta es diseñar experiencias estás equivocado. La experiencia, al igual que la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Diseñar experiencias es una ambigüedad lingüística ya que por definición, la experiencia es una vivencia personal, única e irrepetible.
Entonces, ¿qué hacemos?
Pues... diseñamos procesos que mejoran la satisfacción del usuario al interactuar con un producto o servicio.
Los prototipos, los visuales, los sistemas de diseño, Sketch, Figma... son herramientas que nos ayudan a alcanzar nuestro fin último que es, solucionar problemas.
Por eso, creo que las formaciones que ponen foco en el aprendizaje de herramientas y pasan por encima de los fundamentos del diseño de la experiencia de usuario tan solo consiguen sacar al mercado laboral operarios de programas y no diseñadores.
El diseño de experiencia de usuario requiere de la interpretación de contextos y personas, por esto, disciplinas como la psicología, la sociología o la antropología nos ayudan a comprender cuales son las necesidades, las emociones, los objetivos, el entorno sociocultural y los valores de las personas para las que diseñamos.
Desde mi humilde opinión, formarse en esas disciplinas no solo nos ayuda a centrar nuestras soluciones en el usuario si no que también nos permite desarrollar las famosas soft skills.
Y es que, pedimos a nuestros diseños cosas que no ofrecemos como personas: empatía, humildad, paciencia, sencillez, respeto, asertividad….
Otro tema es el concepto que las empresas tienen del diseñador de experiencia de usuario
No es la primera vez que hablo con colegas diseñadores sobre la realidad de su día a día. Muchos se sienten frustrados porque las empresas para las que trabajan no ven valor en la investigación con usuarios y solo les quieren para sacar el mayor número de pantallas. Como si la unidad de medida de nuestro trabajo fuera el peso y no el valor generado.
Por último y como reflexión final, creo que parte del problema surge cuando, nosotros como diseñadores, preferimos proyectar la imagen de buenos diseñadores en lugar de ser conscientes de lo que hacemos y por qué lo hacemos.
Nos hemos obsesionado tanto con aparentar ser diseñadores de experiencia de usuario que a veces se nos olvida que significa ser diseñador.